El milagro japonés
No son los rascacielos antisismo
Ni la tecnologÃa digital
No son los trenes bala, ni el turismo
Que busca un hara-kiri cultural
Es una madre con dos chicos en bicicleta
Uno adelante, el otro atrás
Por entre el tránsito de Osaka
Que la respeta con su frágil dignidad.
El milagro japonés
No son oficinistas tambaleando
Borrachos de corbata y maletÃn
Hartos de obedecer la voz de mando
Que exprime sus horarios hasta el fin.
Son los eléctricos arrozales de septiembre
Reverdeciendo aquà y allá
La poca tierra siempre dispuesta
A que se siembre
Ya sea en el campo o en la ciudad.
Son dos niños en el tren
Uno de seis, otro de tres
Solos por el gran andén
Los cuida cada japonés
Para poderlo entender
Hay que pensar al revés
Para entender como es
Hay que pensar al revés.
Son ciento veinte millones
De almas en una isla
Armonizadas entre sÃ
Son ciento veinte millones
De islas en el alma
De ese pequeño, viejo paÃs.
El milagro japonés
No es el confort
No es el strés
Es su modo de reÃr
De saludar, de servir.